En una actualidad marcada por el consumo voraz de imágenes en las plataformas digitales, en las que hay mucho que ver y nada que interpretar, el artista William Claeyssens vuelve a invitarnos a reposar la mirada para reflexionar sobre las antiguas alianzas entre el ser humano y la naturaleza. Las esculturas de la serie de Space Stone se presentan como simulaciones de piedras y diversos elementos pétreos que pueblan casi todos los rincones del planeta. Estas familiares formas son los detritos de los grandes cambios y movimientos que se dan en la tierra desde el principio de los tiempos. Casi de manera azarosa la dura roca es moldeada por los agentes del tiempo como el agua o el roce con otros elementos. Piedras que nos hablan de un tiempo expandido, de millones de años. Inspirado por las texturas rugosas de las rocas, las capas sedimentarias que revelan millones de años de historia, y la sensación de quietud y permanencia que emanan de las formaciones rocosas, Willian elabora poesías pétreas. Esas mismas piedras que debieron seducir a los primeros humanos y que estimularon la imaginación hasta llegar al punto de querer domarlas levantándolas para mostrar su capacidad de manipular su entorno, ahora están realizadas en metal, principalmente acero y hierro. Utilizando diferentes técnicas de trabajo del metal, como la soldadura, el corte y el modelado, el artista crea formas que simulan piedras superpuestas, como en pequeñas construcciones, tal y como podemos hacer cuando estamos en entornos como playas o montañas. Trabajos de alma extremadamente sencilla, casi rozando lo minimalista pero de gran profundidad. Los acabados en negro y bronce añaden profundidad y textura a las piezas, realzan su carácter natural y atemporal. Otras formas van más allá y las piedras son resquebrajadas para mostrar sus entrañas e incluso algunas parecen la propia lava que se funde antes de enfriarse y convertirse en nuevas piedras. Las esculturas parecen desafiar la gravedad, flotando en el espacio como si estuvieran suspendidas en el tiempo.

En mis primeros años profesionales, me sumergí en el mundo de la programación y el análisis de sistemas, explorando las complejidades de la informática gracias a mi formación en la Universidad de Londres. Sin embargo, impulsado por una necesidad personal de expresión creativa, decidí dar un giro radical a mi carrera, convirtiéndome en un “self made man” y enfocándome en la creación de piezas de acero inoxidable destinadas a la náutica deportiva, un ámbito al que he dedicado más de cuarenta años de mi vida.

A lo largo de mi extensa carrera, he tenido el privilegio de experimentar con diversas fórmulas creativas y trabajar con una amplia variedad de materiales. Mis primeros pasos en el ámbito artístico se centraron en la creación de autómatas, complejos mecanismos inspirados en las técnicas empleadas en los siglos XVII y XVIII. Mi dedicación a investigar y desarrollar estos intrincados sistemas mecánicos me llevó a explorar la vida artificial mediante la recreación de diversos animales con metales y maderas nobles.

A medida que avanzaba en mi proceso creativo con los autómatas, surgió en mí una necesidad innata de explorar la estática en contraposición al movimiento. Fue en ese momento cuando di inicio a la elaboración de mis primeras esculturas, buscando establecer un diálogo fascinante entre la inmovilidad de las formas y la dinámica del movimiento que caracterizaba mis creaciones mecánicas. Este proceso marcó un punto de inflexión en mi trayectoria, llevándome a explorar la intersección única entre lo estático y lo dinámico en mis obras escultóricas.